jueves, 12 de diciembre de 2013

La leyenda de Badw-zargun y Zaida Al Hamra

No es una leyenda 'real', todo lo que encontreis a continuación es producto de mi mente inquieta. ^^ por si a alguien le gusta, está relacionado con:  
La canción de las olas de arena



Dentro de la carpa los niños se arremolinaban en torno a la anciana contadora de historias, aquella mujer entrada en años, de la que sus padres les decían que ya era vieja cuando ellos eran niños, era la encargada de relatar las leyendas e historias de la tribu. Encorvada por los años y como decía ella por el peso de enseñar a las nuevas generaciones con las palabras que cargaba en su chepuda espalda.
Carraspeó a la par que colocaba una lamparilla de aceite frente a sus ojos nublados, sus ropas de un rojo tostado cuchicheaba cada vez que se reacomodaba sobre la alfombra que cubría un suelo de arenas. Calibrando dónde colocar la mariposa (lamparilla de aceite), la situó delante de ella para alumbrar un poco a los presentes. Cuando el murmullo de voces infantiles se aplacó la anciana despegó los labios.
'Muchas generaciones atrás, cuando los ancestros aún carecían de tierras donde aferrar sus almas, vivió un joven de ojos tan dorados como las arenas y cabellos tan pálidos como los vientos del desierto. Ese joven, que luego sería conocido como el fundador de “los espíritus de las arenas”, tuvo un sueño. En él, una doncella de deslumbrantes cabellos tan rojos como las lenguas de una hoguera cuando el viento le arranca chispas, y de ojos tan singulares y brillantes, que los poetas los comparan con el color carmesí del que debe ser el ardiente corazón de la diosa de la Tierra, se le apareció. Indicándole que se aventurase hasta el interior de las dunas, que dejase su caravana y que se arriesgase a seguir las constelaciones que ella le indicaría.
La idea le pareció descabellada a Badw-zargun, que trató de olvidar del sueño, sin demasiada suerte, pues la dama se le presentaba cada vez que cerraba los ojos, apremiándole a seguir su dictado.'
Los niños rieron imaginando al chico inexperto e incapaz de aplacar las sombras de un sueño.
'Agotado más que convencido, se decidió a obedecer, la visión le acompañó en cada descanso, orientándole, hasta llegar a un lugar rodeado de dunas, alejado de toda posibilidad de encontrar agua. Algo que el joven fundador no tardó en descubrir, desesperado y sabiéndose ya en manos de los genios del destino, que lo habían arrastrado a una muerte horrible, optó por esperar para ver cuál era la grotesca sorpresa que, en su desgracia se esperaba.'
La anciana hizo una pausa para comprobar el efecto de sus palabras. 
El silencio y algún ruidito de tragar se escuchó entre los presentes.
'Esa noche la joven no se hizo de esperar, antes de que pudiese despegar los labios, una sarta de reproches del joven apuñalaron con crueldad a la doncella. Indignada, decidió dejarle solo, Badw-zargun no sabía hasta que punto lamentaría la ofensa. Ese día pasó tal sed, que al llegar la noche no tenía ganas de nada.'
Las pequeñas risas volvieron a hacerse notar, la contadora de historias retomó su relato con una medio sonrisa cómplice.
'La dama volvió a aparecer, apreciando su lamentable estado y viendo que tal vez su castigo era excesivo, le instó a cavar un hoyo con sus manos en la arena. Despertando con la insinuación, se apresuró a hacer lo que la joven le había aconsejado, de inmediato, un manantial comenzó a brotar de entre sus manos, pudiendo al fin saciar su sed.
La experiencia le hizo recobrar la confianza, tal vez la dama no fuese un genio maligno deseoso de disfrutar, de su desdicha. Se recostó, tratando de conciliar el sueño para que la joven le aclarase todo aquello.'
'Zaida Al Hamra, reveló al fin su nombre, ante un hombre, ahora más que agradecido por salvarle del mayor dolor del desierto, la joven le contó que había guiado sus pasos hasta aquél lugar desolado con la esperanza de que su pueblo pudiese encontrar unas tierras dignas. Unas tierras que prosperarían y les aportarían tantas riquezas como desearan. Badw-zargun, rió las palabras, ese valle entre dunas, estaba bien lejos de poder ser fértil.'
Los niños atentos, no apartaban la mirada de la narradora, que parecía percibir sus pupilas clavadas en ella.
'Sin perder la compostura, la doncella le explicó que en pocos días se obraría un milagro en ese lugar, pero, para lograrlo necesitaba de las capacidades de Badw-zargun.'
La vieja hizo de nuevo una pausa para explicarle a los pequeños, que esas capacidades les despertarían cuando fuesen un poco mayores, y que no todos los varones heredaban las facultades de su fundador. No era necesario explicarles más, todos sabían cuales eran los dones que la anciana decía, y esperaban con gran entusiasmo ser mayores para pasar la prueba.
Retomando la historia, la mujer volvió a sumirse en su mente.
'Sintiéndose contrariado al saber que era una mujer la que le guiaba, y la que pretendía decirle qué hacer, Badw-zargun se negó en un principio a tomar sus palabras en serio.'
-Pero, vieja Dalia, ¿por qué dudaba el sabio fundador de las palabras de quien le había salvado?- habló una de las niñas del corro, el resto de los niños tampoco lo entendían. Sus padres, mantenían el respeto mutuo y las opiniones de los dos se respetaban.
-Debéis entender, niños, que antes de que pudiésemos asentarnos, las mujeres no eran consideradas como iguales a ojos de los hombres.- La chiquillería parecía sorprendida.- Y debéis de saber que fuera de nuestros territorios se sigue tratando como antaño a las mujeres- Sin esperar a que los niños asimilasen sus palabras, continuó.
'Zaida Al Hamra, necesitó de toda su paciencia, para convencer al testarudo de Badw-zargun, necesitó mostrarle una imagen del futuro para que prestase un mínimo de atención a sus argumentos.'
Los críos se mostraron atentos, habían escuchado de los adultos que se requería mucha entereza mental para poder mandar una imagen a otra persona, y que para discernir los velos del futuro se requería una gran concentración.
'Al apreciar la estampa de un magnífico valle, donde la vegetación competía por expandirse, de tal modo que pareciera que era el verdor y no las hambrientas dunas el que devoraba al desierto. La superficie era tan grande que edificaciones de piedra no suponían un desperdicio de terreno fértil. Extasiado, el varón dio su brazo a torcer, dándose cuenta de que el único modo de alcanzar la utopía mostrada por la joven sería seguir sus instrucciones. No desperdiciaría la oportunidad, por culpa de su orgullo o de las costumbres.'

Continuará; XD a ver si me pico un poco.



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